Cada bocado que damos es mucho más que alimento. Es una decisión con impacto en nuestra salud, en la economía y, sobre todo, en el planeta. Pero pocas veces nos detenemos a pensar en ello.
La alimentación y el ambiente están unidos por un vínculo invisible pero poderoso. Y un día mi nutricionista lo dijo muy claro:
“¿Cómo no me va a importar el cuidado del ambiente y las prácticas sostenibles si desde ahí nos nutrimos?”
La forma en que producimos, distribuimos y consumimos los alimentos define el estado de nuestros suelos, el uso del agua, la biodiversidad y hasta el clima.
Entonces, ¿qué hay detrás de un plato de comida?
- El agua que no ves: Para producir un kilo de carne de res, por ejemplo, se necesitan unos 15,000 litros de agua. Un kilo de arroz, unos 2,500. Cada elección en nuestro plato tiene una huella hídrica escondida.
- Agotamiento de nutrientes en los suelos: La agricultura intensiva, basada en monocultivos y pesticidas, empobrece los suelos y los deja estériles con el tiempo. En contraste, las prácticas regenerativas devuelven la vida a la tierra.
- La distancia: Un alimento puede haber recorrido miles de kilómetros antes de llegar a tu mesa, aumentando la concentración y cantidad de gases emitidos, con el consecuente incremento de su huella de carbono. Elegir productos locales reduce ese impacto.
- Desperdicio: Un tercio de la comida producida en el mundo acaba en la basura. Si, leiste bien. No solo se pierden alimentos, sino también todos los recursos usados para producirlos.
Entonces, nutrición y ambiente: ¿aliados o enemigos?
Vivimos en una paradoja: la industria alimentaria nos ofrece comida en abundancia, pero cada vez con menos nutrientes y más impacto ambiental. Frutas y verduras cultivadas en suelos pobres tienen menos vitaminas y minerales. Productos ultraprocesados generan residuos plásticos y enfermedades… Pero hay otra forma de alimentarnos:
• Elegir alimentos frescos y de temporada.
• Priorizar productores locales y sistemas agroecológicos.
• Reducir el consumo de carne y diversificar las fuentes de proteína.
• Evitar el desperdicio con compras conscientes y recetas de aprovechamiento.
No te dejes engañar: cada pequeña decisión sí cuenta. Comer es un acto cotidiano, pero también un acto político y ecológico. Al cambiar nuestra alimentación, no solo cuidamos nuestra salud: también cultivamos un mundo más sostenible.
¿Te lo habías planteado? ¿Cuál es tu dieta cotidiana?