Imagina un bosque. A simple vista, ¿qué ves?
Muy probablemente, veas árboles, aves, insectos, tierra, arbustos, quizá un río serpenteando entre las raíces. Cada elemento parece estar ahí por sí mismo, de manera independiente. Pero esta es solo la imagen superficial.
Bajo la tierra, los árboles están comunicándose entre sí. A través de una red de hongos microscópicos, comparten nutrientes, envían señales de advertencia si hay peligro e incluso ayudan a los más jóvenes a crecer. Esta red, conocida como Wood Wide Web, es el “internet” de la naturaleza: un sistema de cooperación silenciosa que sostiene la vida del bosque.
En el aire, las aves no solo buscan comida o refugio; muchas transportan semillas en sus picos y excrementos, sembrando nuevos árboles a kilómetros de distancia. De allí su gran importancia en, por ejemplo, el respeto en rutas migratorias frente a nuevas edificaciones o molinos eólicos. En el agua, los ríos no son simples canales de H₂O: llevan sedimentos, minerales y microorganismos esenciales para fertilizar suelos y mantener ecosistemas enteros.
Cada ser vivo, cada elemento, es un nodo en una red inmensa e interconectada. Las abejas no solo producen miel, sino que polinizan el 75% de los cultivos que nos alimentan. Los lobos no solo cazan, sino que regulan poblaciones de herbívoros, evitando la degradación de los bosques. Incluso el CO₂ que exhalamos forma parte del ciclo que permite a las plantas realizar la fotosíntesis.
Nada existe en aislamiento. Todo está conectado, aunque no lo veamos.
Pero, ¿qué pasa cuando rompemos esos lazos invisibles?
Cuando eliminamos una especie de un ecosistema, no estamos quitando solo un eslabón: estamos desarmando una red completa. Cuando contaminamos un río, no dañamos solo el agua, sino a todos los seres que dependen de ella. Cuando destruimos bosques para construir ciudades, no solo perdemos árboles, sino el equilibrio que nos permite respirar, regular el clima y mantener la biodiversidad.
Si lográramos incorporar esta interconexión, tal vez nuestras decisiones serían diferentes. Tal vez nos daríamos cuenta de que proteger las especies, los ecosistemas y los distintos “recursos” no es un acto de bondad, sino de supervivencia.
Somos una especie de millones y miles más aún sin conocer. Debemos comenzar a reinsertarnos desde otro vínculo, con otra perspectiva.